Pixeles muertos del amor (Cuento)

Aldo descubre que su novia ha eliminado todas las fotos donde aparecían juntos en su cuenta de Instagram. ¿Es el fin de su relación?

Era como desintegrarse.

Como si de pronto mis células se convirtieran en píxeles que se van esfumando en el aire. Mientras más retrocedía en el tiempo, iba desapareciendo. A pesar de la sensación de vacío que me embargaba, seguía arrastrando mi pulgar sobre la pantalla de mi celular. Empujado por la angustia y la curiosidad de saber hasta qué punto Luisa se había encargado de borrarme de todas sus publicaciones de Instagram. 

Cuando retrocedí hasta tres años en el tiempo, me di cuenta que ya no era parte de su pasado digital. Encendí la cámara delantera y empecé a palpar mi rostro. Mi nariz aún seguía ahí, ligeramente respingada. Mis ojos hinchados y rojizos seguían ahí. Los mechones de mi pelo seguían sobre mi frente. Todo seguía ahí pero no me podía sacar la vertiginosa sensación de estar desapareciendo. Por más que frotaba mi mano derecha sobre mi rostro, con tanta fuerza que iba dejando marcas rojas por la presión, mi mente aún no podía concebir mi existencia. 

El pomo de la puerta empezó a sonar, me asusté y bloqueé la pantalla del celular.

—Ahora no Marcos, no quiero hablar con nadie. 

—¿Te estás tocando? —preguntó mientras ingresaba a mi habitación con una mano sobre sus ojos. 

Tomé la almohada más cercana y la lancé directamente a su cabeza. 

Marcos reaccionó rápido y la atrapó en el aire, solía decir que tiene reflejos de gato. 

—¿Ya viste lo que pasó? —Había un poco de preocupación no solo en su tono de voz, sino además, en su rostro.

—Sí, lo vi —respondí y le di la espalda mientras controlaba el impulso de tomar mi celular y volver a refrescar el perfil de Instagram de Luisa—. Quiero estar solo ahora Marcos… no es por ti. 

—No seas una nenita Aldo 

—Ya hemos hablado de eso, no puedes usar esas comparaciones —le reclamé mientras volvía a mirarlo de frente. 

A veces, casi siempre, sentía envidia por la vida amorosa de Marcos. Su capacidad para quebrar vínculos y crear nuevos en menos de veinticuatro horas era algo que no lograba asimilar. Nunca lo había visto sufrir por alguien o incluso llorar por alguien. 

Mantenía siempre un perfil tranquilo, sereno e inquebrantable. Mi envidia no desaparecía a pesar de saber que todo eso era un armazón. Y dentro de ese armazón se preparaba una bomba nuclear de emociones, amenazante a estallar sin aviso. 

—Bueno, no seas un hombre con poco control de tu inteligencia emocional —me respondió con algo de sátira. 

—Ya quisiera no serlo Marcos pero esto supera mis expectativas. Pensé que tenía la situación bajo control… pensé que había forma de resolver todo… pensé que podríamos conversarlo como siempre, ¿sabes? El tiempo que nos íbamos a tomar era para hablar con inteligencia y no dejar que las emoci… emo… e…

Mi voz se quebró, el ritmo de mi respiración se disparó, dificultando el paso correcto del aire por mi garganta. Por un segundo creí que me ahogaría y pensé que tal vez podría ser la mejor salida. Pero entonces sentí como las grandes manos de Marcos me tomaban por los hombros. Me repetía que respirase lentamente. Inhala, exhala, inhala, exhala y así hasta que mi cuerpo se fue relajando. 

—Tranquilo —me pidió con voz calmada—. Tal vez solo ha sido un error de tipeo. 

—¿De tipeo? —pregunté sin entender a qué se refería.

¿Era factible escribir sin querer “borrar todas las fotos con la persona a la que solía llamar el amor de mi vida”? ¿Ya existían aplicaciones que resumen el largo proceso de borrar toda huella digital compartida con un usuario que ya no quieres ver nunca más? No tenía mucho sentido eso. 

—Sí, tal vez Bárbara no tuvo tiempo de especificar la situación sentimental de cada una de las chicas. 

—¿Quién es Bárbara? ¿De qué estás hablando?

—Bárbara es la amiga de Luisa que conocí en año nuevo. Hemos estado hablando por Instagram. Ya sabes, ella comenta mis fotos del gym y yo sus fotos de la playita. Fotos van, videos vienen. Todo tranqui igual, no tienes que preocuparte.

—¿Qué tiene que ver Bárbara en todo esto? —lo interrumpí porque Marcos tenía una habilidad innata para desviarse del tema. 

—¡La historia con Luisa pues! —gritó de impaciencia mientras desbloqueaba su celular. Deslizó rápidamente sus dedos y luego me mostró una captura de pantalla. 

Pude identificar a Luisa con facilidad. Su cabello negro y rizado destacaba entre el pelo teñido de las otras tres chicas que sonreían a la cámara. Llevaba un maquillaje que resaltaba sus pómulos y agrandaba sus ojos. Ella siempre se quejaba de que tenía ojos pequeños. Sus labios eran de un rojo muy fuerte. El mismo rojo que elegí la vez que fuimos de compras juntos y me preguntó: ¿Cómo me queda? Recuerdo que la vi y por un segundo me quedé sin palabras. Divina, le respondí. Eso dices siempre, dime la verdad que lo voy a usar para el cumpleaños de tu mamá. Empezó a limpiarse con un pañito húmedo y yo la detuve. Me encanta como te ves con todo pero en serio, en serio, ese color me gusta más que los otros que tienes. Ella se sonrojó y luego intentó mirar a otro lado pero con suavidad la tomé de la barbilla y la besé. 

La foto iba acompañada con una frase, con la cual pude comprender a qué se refería Marcos desde un inicio. 

Noche de solteras, al fin. 

Junto a un emoji de corazones flechados y cuatro bailarinas. 

—Tal vez Bárbara no quiso agregar más texto y colocar algo como ‘Noche de soltera y Luisa’. 

Me quedé por un momento pensando en la fiesta por el cumpleaños de mi mamá. La que celebró en un campo al oeste de Lima. Junto a un pequeño lago donde podías pagar para subirte a un bote en forma de cisne. Luisa tenía mucho miedo de caerse y arruinar su peinado. No sabes cuantas horas me ha tomado hacer esto. Yo me reía mientras seguía remando para que nuestro bote no terminara chocando con los que venían detrás de nosotros. No sé pero sentirás envidia cuando te diga que me tomó quince minutos hacer mi peinado. Ella hizo una expresión de indignación y luego sacó de su bolso su celular. Te vez bien churro así, eres como una versión latina de Ryan Gosling en The Notebook. No te muevas que te voy a tomar una foto. La foto la subió al instante. Aún recuerdo la descripción: 

No hay nada más mágico que un segundo a su lado. 

Pero eso ya no existía, cada uno de los pixeles que conformaban ese recuerdo habían sido eliminados de algún servidor gigante en alguna parte del mundo. Inconscientemente volví a palpar con fuerza mi rostro para asegurarme de que yo aún era real. 

—Es un error de parte de Bárbara, no hay duda —aseguró Marcos con seguridad fingida—. Tal vez puedes escribirle. No algo que sea muy acosador, pero tal vez podrías decirle algo como: ‘pienso en ti esta noche, espero podamos hablar pronto’.

—No tiene caso, ella ha borrado todas nuestras fotos juntos. 

Marcos enmudeció y velozmente, con sus reflejos felinos, empezó a buscar el perfil de Instagram de Luisa. Su primera impresión fue soltar muchos: ¡Qué!, ¡No puede ser!, ¡No, no, no!

—¿Y si es un error también? 

—¿De quién? Ya no quiero pensar en eso ahora. Es el fin, ya no hay vuelta atrás. 

—¿Qué no tiene un servicio de ayuda Instagram? Tal vez podamos ver si han tenido algún ataque hacker hoy…

—Claro, un ataque hacker que solo puede borrar los recuerdos de mis tres años de relación con Luisa. Ha sido ella. Ella, uno a uno ha ido seleccionando y eliminando cada una de las fotos. 

La puedo imaginar, con el celular en una mano y una copa de vino en otra. Mientras sus amigas la alentaban a borrar cada una de las fotos que teníamos. Esperé mucho este momento, vamos Luisa borrarlas de una. Eso diría Tatiana quien nunca terminó de aceptar nuestra relación. Me decía siempre que conmigo Luisa dejaba de pensar en sí misma y sus metas siempre se veían opacadas por las mías. 

¿Estás segura Luisa? Mira que no hay vuelta atrás, eso diría Mariana con su voz suave y aguada.

¡Claro que está segura! Tatiana le quitaría el celular para luego decirle. Yo lo hago por ti. 

Estás loca Tati, que decida Luisa si quiere hacerlo, la voz de Mariana despertaría de la duda a Luisa. Ella miraría a sus amigas por unos segundos para tomar su decisión final. 

Sí, estoy segura. 

—¿Ya la has llamado? 

—No, aún no. Acabo de darme cuenta de esto unos segundos antes de que entraras. 

—Llámala, llámala ahora mismo. 

—¿Para qué? ¿Qué le voy a decir? ‘Hola Luisa, revisé tu perfil de Instagram y veo que eliminaste todas las fotos donde salíamos juntos. ¿Eso significa que ya terminamos?

—Claro, eso debes decirle. Es una relación, las decisiones de ese tipo se comunican. No puede solo descartarte como si fuera cualquier cosa. 

Tal vez Marcos tenía un buen punto. Consideré entonces que debía hacer algo y no solo encerrarme a lamentame. Debía reaccionar y no solo quedarme con los brazos cruzados como siempre lo hago cada vez que hay un problema que no puedo controlar. 

Podría hablar con ella y buscar solucionar el problema. Asegurarle que no pongo mi trabajo sobre ella, que estoy dispuesto a tomar en consideración lo que le incomoda y cambiar. No me importa si todas esas fotos nunca vuelvan porque nos quedaría varios años por delante para hacernos muchas más. 

Con mucha seguridad la llamé. 

Sonó la primera tonada y mi corazón se iba acelerando. Como la primera vez que la besé en mi carro antes de dejarla en su casa. Habíamos ido en búsqueda de los materiales para las clases de repostería que iba a comenzar durante el verano. Era la tercera vez que salíamos los dos solos y no podía alargar más la situación. Si me rechazaba podría quedarme tranquilo sabiendo que lo había intentado. Así que cuando estaba por bajarse la llamé. Luisa espera, solté muy deprisa. Ella volvió a su sitió y giró levemente para mirar. ¿Me olvidé de algo? Dijo y yo le respondí que sí, antes de acercarme y darle un beso rápido y mal hecho en su boca. Cuando me alejé ella sonrió. Te estabas tardando. Me dijo y entonces ella se acercó a mí y me besó. Esa segunda vez fue un buen beso, el mejor de todos. 

Cuando la segunda tonada sonó mi confianza empezó a esfumarse. Sentí miedo como la vez que llegué tarde a verla. Ante mi incapacidad de decir “no” había acumulado muchos pendientes en el trabajo y el reloj avanzó sin consideración alguna. Cuando llegué al departamento de Luisa, las velas estaban muy pequeñas y con las bases llenas de cera derretida. El guiso de la comida se había vuelto espeso y las rosas regadas sobre la mesa empezaban a cobrar un tono negruzco. Su rostro era una mezcla de furia y decepción. No era la primera vez que sucedía. Acepté todos los adjetivos esa noche. Eres un egoísta, pretencioso y arrogante. Me merecía eso y más. 

La tercera tonada no mejoró la situación. Mi piernas empezaron a temblar ligeramente. 

En la cuarta tonada había decidido cortar. Así como habíamos decido cortar ella y yo muchas veces. La primera porque no me gustaba pasar tiempo con sus amigas, la segunda porque ella odiaba la forma en como minimizaba sus aspiraciones, la tercera porque no ponía límite a mi jefe en cuanto mis horas de trabajo, la cuarta porque no estaba de acuerdo en que dejara su carrera para ser repostera, la quinta y las siguientes ya no tienen sentido porque ella cortó la llamada. 

Estoy seguro de que ha cortado porque el pitido se quedó a la mitad.

Vuelví a marca para comprobar pero esa vez me saltó el mensaje: 

El número que intenta llamar no está disponible por el momento. 

—¿Qué pasó?

—Me bloqueó. 

Marcos se acercó y me rodeó con sus brazos en un torpe intento de abrazo.

—Lo siento mucho, Aldito.

En ese momento no me parecía mala idea desaparecer. Irme junto a las fotos eliminadas. Tener la facilidad de por lo menos una noche eliminar mis sentimientos. Descartarlas y dejar de lado el dolor físico que ocasionan las emociones. 

¿Podría viajar en el tiempo y en vez de darle el primer beso a Luisa, prender el carro y acelerar sin mirar atrás? Regresar al día de nuestro segundo aniversario y no intentar abrazarla cuando me arrojaba el contenido de los platos de la cena. Entrar en la habitación en la cual le decía que ser una repostera no era una profesión de verdad y taparme la boca para no seguir hablando. 

Ya no hay forma de deshacerse de todo eso. Nada de las cosas malas que pasaron se podían deshacerse como una foto de Instagram. 

Creo que debemos terminar, me confesó una vez calmada. Siempre decimos eso y siempre acabamos volviendo, eso ya no es una solución. Dije mientras caminaba de un lado al otro desanudando la corbata. Habíamos vuelto del casamiento de su hermana. Le había dicho que me iban a enviar a Portugal por un mes en el trabajo, ella preguntó si ya había aceptado, claro que sí le dije. 

No me lo has consultado, respondió ella. Le solté un discurso sobre que hay decisiones que se deben hacer al instante, es importante para mi carrera. Ella dijo que le había prometido que le ayudaría con el trabajo que había aceptado en una feria de repostería. Le dije que podíamos encontrar una solución, que no era difícil encontrar una movilidad o una asistente. Pero no tengo cómo pagarle a una, me recordó molesta. Lo pago yo entonces, ¿qué problema tiene?. Ella llorando me criticó que siempre buscaba solucionar todo con dinero. Ni el cheque más grande que puedas hacer será suficiente para parchar mi corazón

—¿Qué vas hacer? 

—Creo que…

No estaba seguro de qué iba hacer. La sensación de desintegrarme en pixeles muertos ya había desaparecido. Todo lo contrario, me sentía real y dolía. Me sentía completo y eso me recordaba lo vulnerable que soy. Pero sobre todo me daba cuenta que Luisa había salido del bucle en el que estábamos y fue la más valiente de los dos. 

—Creo que eliminaré mis fotos también.

Arnold Camus
Arnold Camushttp://www.arnoldcamus.com
¡Hola! Soy Arnold Camus, comunicador de profesión y lector por amor. Hace 6 años creo contenido para Leerlo Todo, un espacio en la internet donde comparto sobre los libros que leo, los que quiero leer y noticias del mundo literario. He publicado algunas historias que puedes leer en la sección "cuentos".

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